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A mi padre.

El vino tiene su lenguaje particular, bastante sofisticado, servir el vino a la temperatura correcta te permitirá desplegar todo su encanto, es conveniente saber que el vino blanco necesita estar lo suficientemente frío como para que resulte refrescante y el tinto debe servirse a una temperatura ligeramente más alta. Así comenzaba papá a narrar todas sus historias durante cada almuerzo, cada palabra que salía de su boca se escuchaba y retumbaba en mi cabeza, era un monólogo el cual yo escuchaba en cada almuerzo y cada cena, pude haberle acompañado si hubiese querido, ya conozco las palabras exactas que usa de acuerdo a la ocasión, pero siempre estaba tan metida en mis asuntos "super-importantes" que, no me daba cuenta ni cómo ni cuánto duraba el monólogo que surgía cada día frente a la mesa. Ese sujeto que cuando estaba más pequeña me parecía tan fuera del caso, de la situación, que olía las bebidas, que les miraba su color y en dado caso las rechazaba de considerarlo necesario. Ese mismo ser que empezó a tornarse interesante a medida que los años pasaban. Cada año se sumaban más historias y aventuras, así mismo crecía mi interés por saberlas todas, resultó ser tan divertido que pasó a convertirse motivo de inspiración para saber lo que quería de mi vida. Recuerdo el único día que le dije que me contará como era cuando estudiaba, la única vez que lo hizo, la única vez que yo escuchaba con atención, esa vez que cada cosa descrita se dibujaba en mi mente.. ¿Cómo era posible que tanto años de mi existencia me la haya pasado conviviendo con este sujeto sin saber una mínima cosa de él? ?De cuántas más historias divertidas me habré perdido? ¿Cuánto tiempo le quedará a ese padre y abuelo de cinco para contarme las historias que faltan? ¿Cuántas veces más me darán ganas de seguir escuchando? De hijo se es muy desagradecido, pero eso solo se entiende cuando se es padre, el ciclo de la vida. Era 1960, una época importante tanto en el oriente como en Europa y Latinoámerica, toda una década de cambios, de importantes hechos históricos. la construcción del muro de Berlín, el surgimiento de la cultura hippie, el primer hombre llega a la luna, Francia y Alemania se reconcilian, Chile sufre un golpe de estado por parte de EEUU etc... En Colombia, ne la ciudad de Bucaramanga un joven de 22 años cursa quinto cuatrimestre de ingenieria Química en la universidad Industrial de Santander. El destino le ha puesto una encrucijada al encontrarse con un profesor de nacionalidad Española quien le comenta del gran futuro que tendría en este país. Las dudas, la confusión, la excitación, el placer de lo desconocido y el miedo de conocer, la ansiedad de no saber que hacer y el estrés que provoca ver que el tiempo pasa y la hora de tomar una decisión se avecina definitivamente, provocan un serie de pensamientos y comportamientos raros en una persona que no está acostumbrada a cambiar su vida en un giro de 180º de un día para el otro. Era Junio cuando se enteró de la posibilidad de terminar sus estudios en España, sabiendo que las clases comenzaban en septiembre y no eran semestrales, como lo eran en Colombia, sino anuales, sabía que de tomar al decisión de irse tendría que hacerlo lo más pronto posible. Tras leer papel por papael de los reglamentos que existían en Colombia para dejar el país y convalidar las materias cursadas en Europa, tras firmar documentos con la universidad, conocer que el estudio era fácil de conseguir, la vivienda no era muy cara y tenía un gran futuro por delante, sin mencionar que a sus 22 años se independizaría y viviría solo por su cuenta en un país nada más y nada menos que "del otro lado del charco" como lo es España. El joven tomó su decisión, se iría a buscar fortuna en otro país, uno lejos, uno que le permitiese triunfar y llenar de orgullo a esa gran familia que había estado junto a el estos años, esa familia que hace un año perdía a uno de sus miembro más importantes, mi abuelo, el padre de mi padre. Con los papeles en la mano y la decisión más que precisa en la cabeza, tomó un gran suspiro y dio la noticia a la familia que entre acongojas, llantos, incertidumbre, miradas perdidas y un poco de felicidad lo felicitaba por la valentía que se requería para despegar con alas nuevas y posiblemente sin pies para aterrizar. Dicho esto, Ofelia, su madre le indicó que no habría apoyo económico por su parte, pues la situación no era la más óptima para una familia de nueve hijos. Pero de corazón lo apoyaba y se encontraba muy alegra por que su hijo partiese buscando un mejor futuro, pero como toda madre, con la preocupación embriagada en un sentimiento de temor, dolor, angustia, desespero y ansiedad. Sabiendo que eso aumentaba al ser conscientes que la comunicación no iba a ser fácil. Al joven, Gilberto, no le incomodo en lo más mínimo la noticia de que no recibría aporte económico, pues estaba preparado para oír aquellas palabras desde el momento en el que tomó la decisión. Cabeza en alto, sonrisa en la cara y como un niño pequeño que hace compras para sus cumpleaños en un centro comercial, Gilberto se tomaba el mundo con alegría, lo recorrería en cada uno de sus rincones para encontrar ese regalo, ese juguete, ese dulce que venía buscando y que ciertamente encontraría. En el mes de septiembre, se encontraba en Cartagena esperando embarcar para perseguir un sueño, para alcanzar las metas propuestas como el mejor. El sol le iluminaba la mitad del cuerpo, la parte izquierda porque estaba atardeciendo, en su mirada se notaba tristeza y felicidad al mismo tiempo, el viento le pasaba por entre el cabello, y cual película el barco partía y toda la gente que en el había. Gilberto parecía ser el único ser que lo habitase con tantas ganas, con tanto objetivos, con tantas metas y emociones encontradas. Los primeros cinco días fueron llevaderos, pero se empezaba a sentir el cansancio, la ansiedad cobraba vida, al igual que el mareo. El viaje en total duró 20 días, en los que conoció un par de compañeros, lloró de risa y de tristeza, de melancolía, días en los que sentir el vacío era inevitable, y días en los que tuvo que ver como un barco con la misma ruta y tres días de ventaja se hundía lentamente en el mar, días en que los sobrevivientes de ese barco subieron al suyo, y por ende, días en que le miedo se apoderaba de él de la cabeza a los pies. Pero este viaje no solo trajo tristezas, dolor y confusión, también trajo consigo muy buenos momentos, comidas, situaciones, coincidencias y personas. En una de sus salidas a caminar por el barco, a dimensionar el espacio-tiempo donde se encontraba, apreciar con el más sincero de sus sentimientos el amanecer, el paso del sol de un lado a otro en ese cielo tan inmenso, tan infinito para muchos, tan alcanzable para otros se encontró otro joven, de estatura baja, carismático y con al parece muchas metas para su vida. Habrán charlado un par de horas para conocerse, para saber uno del otro las preguntas que siempre se hacen al entablar conversación por primera vez con alguien que después se convertirá en un amigo. Resultó ser que los dos irían a la misma ciudad, Barcelona, allí cada uno decidiría que ruta tomar para llegar a la meta que se había planteado meses atrás. El barco arribó a Barcelona a mitad de octubre, no hacía mucho calor, pero tampoco era un clima frío. En la ciudad se respiraba un aire a grandeza, un aire que solo una ciudad como esa al otro lado de todo lo conocido podría tener, aire a una nueva vida, al primer escalón de esa escalera que lo llevaría al éxito. Una ciudad de primer mundo, y él en ella. Un hombre joven con un par de maletas en su mano y un puñal de ilusiones, un hombre de tercer mundo dispuesto a convertirse en uno de primero. No pasaron más de 24 horas, para que él averiguara todo lo que quería hacer y cual era el lugar más conveniente para ello. Descubrío que había una nueva carrera que aún no existía en Colombia, llamada ingenieria textil, le sugirieron que le mejor sitio para estudiarla era en Tarraza, una ciudad a unos 40 minutos en tren, desde Barcelona. Tampoco pasaron más de 24 horas para que aquel joven tomara la decisión de estudiar allí. Puesto un pie en esta ciudad de aproximadamente cien mil habitantes y un estilo pintoresco, llegó a la universidad por indicaciones de la gente que pasaba por la calle, la universidad a la cual se dirigía era muy conocida, por lo que no le fue dificil encontrarla. Se dirigió al centro de información para estudiantes extranjeros, donde lo aceptaron y dijeron que era estrictamente necesario que comenzase lo antes posible, ya que las clases habían empezado un mes atrás y debía adelantarse. Para suerte de su persona, las materias cursadas en Colombia le eran válidas, lo cual le permitía adelantar un par de semestres. Era difícil encontrar personas Colombianas en este lugar para aquella época, sin embargo Gilberto se cruzó a unos cuantos, entre ellos uno que le brindó la información del icetex, un instituto dedicado a préstamos para estudiantes en la situación en la que el se encontraba. Esto le favoreció mucho, pues al no tener lo necesario para pagarse la carrera, le convenía sacar un préstamo que pagaría en un futuro no muy lejano. No tardo mucho para que el y sus compañeros se dieran cuenta de su increíble habilidad para el dibujo técnico y para las planchas que tomaban algo de tiempo y esfuerzo para muchos, las cuales debían ser presentadas a lo largo de toda la carrera. Al notar esta habilidad y la manera en como a sus compañeros les costaba hacerlas, s le ocurrió ofrecer ayuda a cambio de dinero para pagar la renta de la casa donde se hospedaba. Cada monto de dinero era útil y de monto en monto logró reunir una muy buena cantidad. En el año 1962 tenía lo suficiente para poder darse un premio por todo su esfuerzo, haber sobrevivido a tantos meses alejado de su familia, teniendo en cuenta que las comunicaciones entonces no eran tan avanzadas como actualmente, pues una carta tardaba dos meses en llegar, las llamadas telefónicas a larga distancia eran muy difícil de conseguir y costosas. En Andorra, un principado entre Francia y España, Gilberto compró un auto de segunda, en un precio acequible, el cual fue testigo de muchas aventuras que Gilberto, viviría después. En el último año de la carrera una empresa muy conocida e importante en Francia, envío una solicitud a España, donde buscaban dos ingenieros textiles. La universidad envió a cinco para que entre ellos eligiesen los mejores. De esos cinco dos pasaron a la siguiente etapa, entre ellos, Gilberto. Él y su compañero trabajaron un par de días con la empresa, de manera que se evidenciaría quién se adaptaría mejor a la manera en como se manejaba aquel negocio. Lastimosamente o afortunadamente, Gilberto no fue seleccionada por lo que volvió a España a terminar la carrera. En una de las clases de laboratorio del último año ante los ojos de este hombre maduro, quién había adquirido en los últimos años éxito, sabiduría, grandeza, coraje y experiencia, unas piernas largas y bronceadas caminaban frente a el, unos ojos azules, de mirada penetrante. Luisa, una chica que hacía pasantías, quien de casualidad se encontraba allí. Había flechados su corazón. No le costó mucho tiempo ni esfuerzo a Gilberto, acercarse para invitarla a una fiesta que se realizaría en los próximos días, fiesta en la que claramente, esta chica asistió y en donde surgió ese beso, que no se sabía si sería el último o el principio de muchos otros que vendrían más adelante. Un par de semanas después Gilberto se recibió de ingeniero textil con honores y reconocimiento, con orgullo y lágrimas de felicidad. Mil pensamientos rondaban e invadían su cabeza en ese momento, lo había logrado, finalmente había terminado la carrera, y no solo eso, sino que había sido el primero en cruzar la meta final, el mejor. En Colombia, Gilberto fue un gran ingeniero textil, uno de los mejores del país, rápidamente la empresa creció mucho y el a su tiempo se retiró, para formar su propia empresa. Se independizó en la ciudad de Bogotá donde formó su primera fábrica, la cual tuvo un crecimiento rápido y exitoso. Y EN ESE MOMENTO ES CUANDO YO, MARGARITA MARÍA HUERTAS, ME PREGUNTO ¿POR QUÉ APAREZCO? Pues bien, Luisa no es mi madre, no está ni cerca... mi madre es 20 años menor que ella, es Colombiana y conoció a mi papá como su primer jefe, y por supuesto el último, ya sabrán porqué. ¿y yo? Bien, yo hago lo mejor que puedo para seguir sus pasos y triunfar como el lo hizó.. COMO EL ¡MEJOR!

Fuiste todo, pero fuiste.

No eres un hijo de puta, no, no lo eres. Tampoco eres lo peor que se haya cruzado en mi vida. No creo que seas una persona maquiavélica que pasa horas pensando como herirme, no. No fuiste el mejor hombre, novio, ni compañero que tuve, pero sin duda tampoco fuiste un tormento. No debería odiarte y creo no hacerlo, no debería llorarte y afortunadamente no lo hago pero lastimosamente aunque no debiera si me arrepiento. Me arrepiento de haber creído que eras ese sol de mis mañanas, me arrepiento de haberte entregado lo más hermoso de mi alma, me arrepiento hoy de creer con vehemencia que tu "jamás harías eso"... jamás. Hoy te doy gracias porque me enseñaste que los "jamás" no existen y mucho menos los "para siempre". Porque me enseñaste que si me suelto de una rama sin agarrar otra me caigo, yo me caí y vaya si dolió. Pero afortunadamente sembré tantas flores que en el momento del impacto amortiguaron mi caída y me acompañan mientras agarro otra rama. Tu sigues ahí arriba y tu rama parece estar firme, espero de corazón que de verdad lo esté, porque ésta sensación duele, día a día quema los huesos e intenta meterse en cada órganos de tu cuerpo. Hoy es el día, hoy decido dejarte ir del todo, hoy yo soy quién te saca de mi vida. Me di cuenta que aunque fuiste tu quien me sacó, seguiste haciendo daño, ¡claro! porque yo seguía teniendo tu recuerdo como prisionero, pero ya no más. Hoy te suelto y le dejo tu felicidad al Dios bondadoso que me la concederá a mí. "Que seas muy feliz, mucho muy feliz pa' que no regreses." Felices, muy felices 24.